Episode 5

Enología, el oficio de la dedicación, el amor y la intuición

La enología es un arte, una profesión en la que se requiere creatividad, intuición, experiencia, cierto sentido comercial, pasión por el campo y los sabores genuinos. Dos artesanos del vino nos cuentan sus experiencias como enólogos en el nuevo capítulo del pódcast “Mi gente tiene D. O. N. : relatos de vida y vino.

Transcript
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Voz grabada: Mi gente tiene D. O. N. : relatos de vida y vino.

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Entrevistadora: Podríamos decir que son soñadores y también magos, porque sueñan vinos y luego los convierten en realidad. Enólogos, enólogas les llaman. Son capaces de diseñar y también de velar porque todo sea como debe ser, en cada instante y etapa, desde antes de que la uva exista hasta la última gota de vida. Hoy, en mi gente tiene D. O. N., nos sumergimos en la vida y el sentido de quienes se dedican a la enología. Kepa Sagastizábal, enólogo y director técnico de Bodegas Marco Real. Bienvenido.

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Kepa Sagastizábal: Buenos días. Un placer.

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Entrevistadora: Concha Vecino, enóloga y directora técnica de Bodegas Nekeas. Bienvenida.

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Concha Vecino: Buenos días y muchas gracias.

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Entrevistadora: Un placer teneros aquí. Ambos sois un referente y ambos habéis elaborado vinos absolutamente maravillosos a lo largo de vuestra carrera. Hoy lo seguís haciendo, sorprendiendo con cada vino que dais a luz. Vamos a remontarnos al principio y hacer un recorrido por vuestra vida y por lo que significa ser enólogo y enóloga. ¿Cómo llegáis vosotros al mundo del vino?

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Kepa Sagastizábal: Yo llego un poco por casualidad, pero también con cierta vocación. Yo soy biólogo de formación, aunque después me formé como enólogo. En el inicio de mi trayectoria profesional yo trabajaba como biólogo en Bizkaia, en Agricultura, y una parte de esa era la viticultura incipiente que había en aquel entonces. Por casualidad, tuve que hacer un vino para una persona a la que, en cierta manera, le cuidaba las viñas. Aquella persona tenía un restaurante y había cuidado también unos robles y me pidió que le hiciera un vino. Yo todavía no era enólogo, era trascreador. Hicimos un vino rosado fabuloso, el mejor que yo recuerdo y además, con unos medios tremendamente rudimentarios. Fue fabuloso. A partir de entonces compaginé el trabajo con el estudio. Me formé en viticultura y enología en la Universidad de La Rioja, y hasta hoy.

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Entrevistadora: ¿Tienes sospechas claras de cómo lograste hacer ese vino tan maravilloso sin tener el conocimiento que tienes ahora?

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Kepa Sagastizábal: Yo creo que fue la suerte del principiante. Lo mismo que la viña, ya que a veces te sorprende. Por ejemplo, el primer año que produce da una producción estupenda y el vino que sale de ahí es maravilloso. Me pasó como a la viña: la primera vez que me puse a cacharrear, salió algo inesperado.

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Entrevistadora: Sin duda aquella persona descubrió en ti algo bueno.

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Kepa Sagastizábal: Es cierto. A partir de entonces me lo tomé más en serio. Ya tenía alguna pequeña reminiscencia. En la familia no ha habido nadie que se haya dedicado a esto, excepto mi abuelo paterno, que enredaba con sidra y con txakoli. De hecho, la familia me dijo: "Te vas a parecer al abuelo Cosme, a ver si nos vas a salir tú también tan enredador."

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Entrevistadora: Enredador y ecléctico, porque tu abuelo Cosme mezclaba la sidra con el txakoli.

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Kepa Sagastizábal: También hacía eso.

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Entrevistadora: ¿Sacrilegio, o no?

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Kepa Sagastizábal: No lo sé, porque no tenemos ni una triste botella de aquello, ni un recuerdo más tangible. Igual hay que probarlo. A partir de ahora tenemos que unir los dos juntos.

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Entrevistadora: Ahí queda, un camino por explorar.

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Kepa Sagastizábal: Efectivamente.

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Entrevistadora: Concha, ¿tu historia?

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Concha Vecino: Curiosamente, llegamos los dos a través de la biología. También soy bióloga y cuando terminé la carrera dije: "Bueno, de todos los procesos alimentarios de los que puedo disponer y de los que hay una cierta formación, como conservas, quesos, vino, ¿qué es lo que más te apetece?" La contestación fue obvia: el vino, entre otras cosas. Ahora que no pueden llevar a mi madre a la cárcel, diré que desde que era pequeñita me echaban una gotita de vino en el agua.

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Kepa Sagastizábal: Nos ha pasado a todos.

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Concha Vecino: Efectivamente, pero ahora nos llevarían a la cárcel si hiciéramos eso. Era una gran aficionada y consumidora. Cuando los demás iban de otras bebidas, yo iba de vino, con lo cual me pareció perfecta la solución. Terminé la formación en la Politécnica de Madrid, en estudios de Viticultura y Enología, y ese fue el inicio. Yo soy de Madrid, me vine a vivir a Navarra y nada más llegar ahí, en EVENA, tuvieron a bien admitirme de becaria y ahí se lanzó la carrera. Como Kepa, también intenté indagar, porque esta pregunta de "¿cómo has llegado tú al mundo del vino?", nos la han hecho mucho. También intenté indagar en mi familia, ya que todos procedían del mundo rural. Dije: "A ver si encuentro algo." Efectivamente, encontré que mis abuelos se habían dedicado al vinagre, pero no lo he podido utilizar mucho porque no viene a cuento. Me parecía un poco regular hablar de mis abuelos vinagreros, pero efectivamente habían tenido relación con el vino.

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Entrevistadora: El vino os conquistó, pese a que vuestro currículum en el pasado no es muy vinculado con él.

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Kepa Sagastizábal: Igual, muy brillante y reluciente.

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Concha Vecino: No tenemos el glamour familiar.

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Entrevistadora: Lo habéis traído vosotros. Sois enólogos. ¿Qué significa para vosotros llevar el título de enóloga, de enólogo en vuestra vida y pasión?

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Concha Vecino: Sinceramente, yo creo que es una suerte.

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Kepa Sagastizábal: Para mí, ahora mismo es una parte importante de la historia de mi vida.

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Concha Vecino: Realmente es una gran suerte llegar a una profesión que te gusta y que disfrutas. En mi caso, y supongo que en el tuyo también, se disfruta sobre todo porque es una profesión con mil facetas, desde estar en la viña, pateando viña arriba y viña abajo, hasta estar en Nueva York catando con el cliente final, y entre medias, has estado con una bata blanca haciendo un análisis, atendiendo una visita y arreglando una máquina que se ha estropeado. Entonces, es tantas facetas.

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Kepa Sagastizábal: Es polifacético. Le pones pasión y te enganchas con todo lo que tiene que ver con tu profesión. Como dice Concha, desde la viña hasta el cliente final, las ferias, el contacto con la gente, con el consumidor.

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Concha Vecino: Básicamente no te aburres.

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Kepa Sagastizábal: No.

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Entrevistadora: Entonces, ¿ha quedado antiguo ese concepto de enólogo, igual a ratoncito de bodega? El que siempre estaba metido en la bodega, entre cacharros, cacharreando y buscando.

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Concha Vecino: Habrá gente para todo, pero para nosotros yo creo que ya no.

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Kepa Sagastizábal: Yo creo que en nuestro caso no.

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Concha Vecino: Necesitamos estar ventilados más que encerrados.

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Kepa Sagastizábal: Sí.

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Entrevistadora: Imagino que en todo ese proceso os habrán ocurrido mil y una historias, porque seguís todo el proceso desde ese instante en el que empecéis a soñar con el nuevo vino, hasta que luego se convierte en una realidad, alguien lo capta o incluso puede llegar a incorporarlo a su vida, hasta convertirse en momentos que son absolutamente esenciales en la vida de esas personas. ¿Qué historias habéis encontrado en vuestro camino?

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Kepa Sagastizábal: Habría tantas.

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Entrevistadora: Yo creo que las anécdotas más curiosas y graciosas muchas veces son las de las catas. Realmente, en el momento de transmitir un vino, si estás lejos habla el vino solo, pero si estás cerca habláis los dos: el vino y nosotros mismos. A mí me ha pasado muchas veces. Cuando estás catando tienes que hacer referencia a cosas que la gente conoce. Por ejemplo, cuando hablas de frutas puedes decir el tipo de fresa. Tienes que ir a cosas conocidas. Me acuerdo que hace muchos años, en una cata, había bastante gente que estaba probando un vino mío hecho de viñas viejas. Estaba intentando describir con la mayor cantidad de cosas posibles para que alguien cazara alguna de estas cosas. Recurría a las frutas y quería expresar que era un vino muy afrutado con toques de vainilla y de madera. Hablé de las frutas, de las fresas. Además, que en algún punto parece como que huele a pera, que tiene un toque avainillado, que es de la madera, pero encima nos salen los tomillos. Todo lo que tienes que decir para que, de todo lo que estás diciendo, por lo menos sean capaces de oler y de catar algo. Terminó la cata y una señora mayor levanta la mano, un poco tímida, y dice: "Oye, maja, ¿y todas esas cosas las echáis al vino? Porque en mi casa se ha hecho vino siempre y no se echan estas cosas.

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Kepa Sagastizábal: Contaste demasiado.

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Concha Vecino: En aquel momento dije: "Concha, algo has hecho mal si esta mujer se haya pensado que has echado peras y vainilla al vino." De estas hay muchas. Supongo que tú tendrás 8000 de estas también.

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Kepa Sagastizábal: En ese sentido, a mí me ha ocurrido también. Recuerdo una cena maridaje con mucha afluencia de público. Había mucha gente, más de 200 personas. Empiezas explicando los vinos y demás, y llega un momento en que dices: "Voy a prescindir de este discurso un poco encorsetado y vamos a hablar de otra manera." De hecho, empiezas a referirte a la gente de tú a tú, o desde: "¡Qué guapas estáis!" "¡Qué público más agradable tengo!" Aquello fue cambiar el chip. Toda la gente se puso en pie y empezó a bailar. Dijeron: "¡Qué bien que has cambiado de sintonía! Esto es lo que estábamos buscando: divertirnos. Nunca habíamos pensado que con una copa de vino podíamos llegar a levantarnos de la mesa."

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Entrevistadora: ¿Sois conscientes de esa alegría que transmitís con vuestros vinos? Porque son muchas emociones las que lográis colocar en los demás.

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Concha Vecino: Creo que sobre todo es que somos protagonistas de esa alegría y que también la sentimos.

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Kepa Sagastizábal: Es cierto que el vino transmite muchas cosas y los que lo elaboramos, también transmitimos algo. En mi caso, estoy empezando a transmitir ya más sensaciones y más vinculación con el placer, respeto a temas técnicos o aburrir a la gente con catas excesivamente magistral. Tiene una historia y creo que esa es el cincuenta por ciento, o más, de lo que es el vino. A la gente le encanta escuchar esa historia porque desconocen. Es decir, solo conocen la botella y la copa, pero todo lo que hay detrás lo desconocen y cuando tú les empiezas a contar cómo se gesta todo, qué sentimientos tienes, qué es lo que pensaste en aquel momento, qué pretendías y qué has conseguido, se dan cuenta de que hay personas detrás del vino.

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Concha Vecino: Sí, eso es una parte importante. Lo de las frutas lo abandoné casi entonces, pero ahora me estoy dedicando mucho a los momentos, y además veo que también eso les gusta mucho. Es decir, ya que has probado este vino, ¿en qué momento te lo tomarías? ¿Con qué compañía? Un día de calor, de frío, con los amigos, con la pareja, solo. ¿En qué momento, este vino, te acompañaría al cien por cien? Eso también les gusta.

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Kepa Sagastizábal: Tengo una anécdota que me ocurrió en Madrid.

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Concha Vecino: En mi pueblo.

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Kepa Sagastizábal: Sí. Un año les presenté un vino rosado pálido. Les comentaba que sería un vino para ponernos en una terracita bien vestiditos, guapos, monas, con minifalda, perfecto para el postureo. Vi que a la gente le gustaba. Al año siguiente, que volvía a repetir la cata, lo primero que me dijeron fue: "Espera. ¿Qué ropa nos tenemos que poner para este vino?"

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Entrevistadora: Es muy bueno.

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Kepa Sagastizábal: ¿Qué ropa nos tenemos que poner para este vino?

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Concha Vecino: Sí.

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Entrevistadora: Porque es verdad. No te vistes igual para un momento que para otro. Hay vinos que pueden ser para unos instantes. ¿Estáis hablando de que los vinos son y emiten emociones diferentes? ¿Son para momentos emocionales o reales distintos? ¿Transmiten también tierra, historia, personas?

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Concha Vecino: Claro.

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Kepa Sagastizábal: Claro. El vino es transmisor de historias.

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Concha Vecino: Además, yo creo que la tendencia que tenemos todos, aunque aquí creo que nosotros dos lo hemos tenido desde el principio, es lo de vinos a cara lavada. Es decir, con poco maquillaje, que trasmitan--

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Kepa Sagastizábal: Vinos honestos.

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Concha Vecino: Exactamente. La honestidad, el respeto por el producto y por la tierra. Que hablen solos sin falta de maquillaje. Es como un chico o una chica guapa: no necesitan maquillaje porque ya son guapos. Entonces, yo creo que nuestra tendencia también es eso: vinos limpios, y sobre todo honestidad y limpieza.

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Entrevistadora: Cuando vais al campo, a las viñas, o cuando veis el paisaje, ¿podéis predecir cómo va a ser ese vino, la personalidad que va a tener y cómo va a comunicar todo lo que le rodea?

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Concha Vecino: ¡Qué pregunta!

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Kepa Sagastizábal: El primer golpe es un poco intuitivo. Es verdad que, durante todos los años estableces una conexión con el viñedo, entonces a tu manera vas sintiendo lo que crees que sienta ese viñedo y que le pase. Por ese motivo, de alguna manera, te vas construyendo la historia hasta que dices: "Hemos llegado a este punto, con toda esta historia de este año, entonces creo que tendría que hacer un vino en este sentido, o en este otro." Eso sí que pesa. A mí lo que me gusta de nuestra profesión es que no tenemos recetas. Es intuición e improvisación casi hasta el último segundo, pero necesitas tener esa conexión con todo lo que ha estado pasando durante el año. Además, necesitas tener una conexión con las personas, saber qué es lo que le apetece y que no. En cuanto a los vinos, quizá no se habla tanto de moda, sino de si a la gente le apetece.

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Entrevistadora: Estados de ánimo.

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Kepa Sagastizábal: Eso es.

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Entrevistadora: Hablabas de intuición. Sois dos enólogos con una formación y una experiencia increíble. ¿Qué papel juega esa intuición?

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Concha Vecino: Siempre digo que la intuición es experiencia desconocida.

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Kepa Sagastizábal: Sí, está bien la definición.

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Concha Vecino: Son conocimientos que no sabes que tienes, pero los tienes. Por ejemplo, cuando te paseas por el viñedo y dices intuitivamente que algo va a tener que ser así, esto es el resultado de años de patearte el viñedo y de recuerdos. Simplemente está aquí grabado. Te acuerdas que un año muy caluroso pasó algo en particular, y este año también es caluroso. Si ha llovido o no. Son cosas que no sabes que las sabes.

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Kepa Sagastizábal: Es algo que hace que mires y digas: "Es así."

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Concha Vecino: En cualquier caso, sea intuición o sea experiencia, existe. Además, no solo existe, sino que es lo que hace la diferencia. Es lo más importante.

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Entrevistadora: Es el alma.

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Concha Vecino: Sí.

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Kepa Sagastizábal: Igual es que no concebimos otra forma de hacerlo.

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Concha Vecino: Yo no sé otra forma de hacerlo. Entre otras cosas, porque debe ser muy aburrida. Dices que no hay recetas en esta profesión, pero sí que las hay. En el mundo tenemos vinos que son recetas puras y duras, de millones y millones de botellas, pero yo no sabría hacerlo, y sobre todo me aburriría muchísimo.

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Entrevistadora: Seguís el proceso del vino en todas sus fases y momentos. De todos esos instantes, ¿podéis destacar uno que realmente sea el de mayor satisfacción en todo el proceso?

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Concha Vecino: Es muy personal. En mi caso es el ensamblaje. Cuando ya tienes toda la paleta de colores y todo el muestrario de vinos hechos, te arremangas, respiras hondo y vas a ensamblar, a mezclar y a hacer lo que luego firmarás.

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Kepa Sagastizábal: En cambio, a mí me gusta más el momento en el que decido vendimiar una parcela y considero que esta uva ya ha expresado todo lo que puede expresar. Ese momento de decisión de: ¿te dejo colgando o te llevo al martirio de la bodega? ¿Te voy a eliminar de tu medio y te voy a someter al martirio, o te dejo un día más que disfrutes y a ver si me puedes hacer disfrutar un poquito más?

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Entrevistadora: Ese instante de coger la uva tiene que ser muy bonito.

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Kepa Sagastizábal: Por supuesto. Ya dices: "Ahora ya no lo puedo llevar marcha atrás."

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Concha Vecino: No lo puedo volver a coser.

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Kepa Sagastizábal: Tengo que seguir para adelante, sea como sea, y espero no haberme equivocado o que la intuición no me haya fallado.

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Entrevistadora: ¿Recordáis ese primer vino que firmasteis?

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Concha Vecino: Yo lo recuerdo con mil agujas. El primero que firmé no fue un vino embotellado. No tuve la suerte de Kepa. El primer vino lo hice en una bodega en la que se hacían muchos litros, pero los vendía a granel o en garrafón. Vendía rosado y tinto. El año en que me estrenaba, dije: "Voy a hacer un rosado para los del garrafón." Aquel vino era para los socios, para llevárselo a casa. Eran sus uvas hechas vino. Por eso, pensé: "Este año se van a llevar un rosado de marca mayor." Hice un rosado, salió muy, muy rico, pero ellos estaban acostumbrados a aquel rosado de piel de cebolla bastante evolucionado. Saqué el vino del depósito del garrafón y metí el recién hecho, preparado para la ocasión y que estaba buenísimo. ¡Madre mía la que se me vino encima! El vino estaba buenísimo, pero ellos no estaban acostumbrados. Tuve que sacar el vino y volver a meter el antiguo. Menos mal que, por lo menos, aquellos vinos rosados tan ricos se vendieron muy bien y con más precio de lo que habitualmente vendían ese vino, pero os podéis imaginar que el chasco fue morrocotudo. Yo toda ilusionada y el vino, vuelta atrás.

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Entrevistadora: Con todo el amor haces ese rosado de calidad, y el resultado de cara a otros no era bueno. Querían el suyo, el sabor de siempre. ¿Cómo aceptáis las críticas? Luego los preguntaré por los halagos. ¿Cómo aceptáis las críticas sobre aquello que os ha costado tanto tiempo?

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Concha Vecino: Yo agradezco una crítica razonada y amable porque primero te hace ver las cosas desde otro ángulo, y además te ayuda a mejorar. Las críticas ofensivas, a mí me enfadan. Soy de carne y hueso. Lo siento.

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Kepa Sagastizábal: Yo entiendo que a todo el mundo no le puede placer el vino que hayas elaborado. A mí siempre me gusta preguntar: "¿Y por qué no te gusta?" Luego te llevas la sorpresa de que igual te dicen: "No, es que a mí no me gustan los tintos." "Es que a mí no me gusta el blanco." Vale. Luego está la otra parte: "No, es que yo no entiendo de vinos." Tú no tienes que entender de vino. Tú tienes que decir si te place o no, si te provoca emociones, sensaciones o placer. Cuando les haces esa pregunta te dicen: "Nunca había pensado en eso, claro."

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Entrevistadora: ¿Cómo lleváis los halagos?

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Kepa Sagastizábal: A mí me ponen rojo.

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Concha Vecino: Me encantan. Encantada de la vida. Me alegran el día.

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Entrevistadora: Os tapo los ojos y os llevo una cata a ciegas. Diez vinos distintos. ¿Estáis cien por cien seguros de que vais a reconocer a vuestras criaturas?

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Kepa Sagastizábal: No. Igual alguna sí, pero sería también suerte del principiante.

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Concha Vecino: En según qué ocasiones. Si te ponen tu vino entre vinos muy distintos al tuyo, sí, pero si te ponen cerca de la cercanía, yo no me atrevo. Algunas veces he acertado y otras ni lo he intentado.

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Kepa Sagastizábal: Con algunos vinos que sabemos que son un poco particulares y que son realmente diferentes a otros, sí.

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Entrevistadora: Os voy a picar un poco. Me habéis contado que los vinos tienen historia, personas, transmiten terruño, cuentan algo que ha ocurrido a lo largo de muchos años y demás, pero luego me contáis también que no sois capaces de reconocerlos. ¿Falláis algo en ese argumento?

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Kepa Sagastizábal: No, para nada. Esa es la magia y el mito del vino. Algunos vinos que son muy particulares, sí que vamos a poder reconocerlos, pero es tal la cantidad de vinos que hay, que puede que no seas capaz de hacerlo. Hay tantas semejanzas.

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Concha Vecino: Sí, sobre todo que una cata de un vino, es una cata de un solo vino. Cuando estás catando varios, interfieren unos con otros. Las papilas pueden saturarse. Realmente, es difícil reconocerlos. Puedes seguir manteniendo el criterio de si está bien o está mal, si es bueno o no, si tiene defectos o no los tiene. De todas formas, yo creo que el hecho de identificar uno por uno, es otra profesión. No es la nuestra.

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Kepa Sagastizábal: Sí, es la de aprenderse la guía telefónica. Vas de memoria y sabrás todo.

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Concha Vecino: Nunca he hecho demasiados esfuerzos para que me pase eso. Creo que mis facultades en cata las necesito para otras cosas, no para jugar al Trivial.

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Entrevistadora: En vuestra vida personal, ¿cuáles son vuestros vinos preferidos? ¿Dependen de momentos?

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Concha Vecino: Yo creo que ya lo hemos dicho.

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Kepa Sagastizábal: A mí me gusta todo.

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Concha Vecino: A mí también, efectivamente, pero sentado en una playa, en el mes de agosto, mirando al mar por la tarde, me apetece un blanco bien frío. Una noche de invierno junto a la chimenea, me apetece un tinto fino, elegante, largo. En Pamplona, tomando cosas por el aperitivo con los amigos, un rosadito bien frío también. Ese día es mi preferido. Me parece que te pierdes mucho si tienes un solo preferido.

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Entrevistadora: Ahora mismo, en esta sala entra una persona que dice: "A mí no me gusta el vino."

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Concha Vecino: Pobrecillo.

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Kepa Sagastizábal: Pruébalo, una y otra vez. Tampoco hay que ser insistente ni machacón. Es decir, no puedes asustar a la gente, ni que algo que no le tiene placer acabe cogiéndole fobia, que todavía es peor. Hay que invitarle a que lo conozca, de alguna manera sutil. Para eso son muy importantes las historias que acompañan al vino, porque ahí se facilita mucho.

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Concha Vecino: Kepa, yo creo que también tenemos la suerte de que se puede invitar a entrar en el mundo del vino, según qué vinos. Hay vinos que seguramente no serán los mejores del mundo, pero son fantásticos para que se entre al mundo del vino.

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Kepa Sagastizábal: Los más fáciles y sencillos.

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Concha Vecino: Lo facilitos. Empiezas por eso y luego siguen ellos solitos. Mi experiencia será la misma que la tuya, o sea que vuelvan poquito a poco y cada vez más, hasta que llegan hasta donde quieren llegar.

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Entrevistadora: Se vuelve a abrir la puerta y entra una persona que dice: "Yo quiero ser enóloga."

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Kepa Sagastizábal: Enhorabuena. Bienvenido al club. No sabes lo que te espera.

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Concha Vecino: Yo creo que sí lo tiene claro, adelante. Es importante que no lo idealice, porque hay muchas horas de trabajo, las jornadas no son de ocho horas, jamás. Ni en vendimia, por supuesto.

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Kepa Sagastizábal: Los meses tienen 40 días.

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Concha Vecino: Sí, y los domingos te los puedes pasar en Düsseldorf. Nosotros alguna vez nos los hemos pasado ahí. En fin, suma y sigue porque hasta que alcanzas un mínimo de experiencia, son muchas horas supliéndolo con horas de trabajo y de estudio. Luego, cuando ya la tienes, resulta que te toca el siguiente paso: viajar, que te guste o no. La familia lo sufre también. Es una dosis de sacrificio importante y no todo es el glamour de la copa, ni tontear con ella.

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Kepa Sagastizábal: No, esto no viene hecho. Esto hay que hacerlo y hay que dedicarle mucho tiempo. Si te gusta, incluso con mucha pasión, pero exige mucho tiempo.

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Entrevistadora: Es bueno desmitificarlo para que no nos hagamos falsas ilusiones, pero es importante también reivindicar esa pasión que creo que nos habéis transmitido de maravilla. Así que: muchos éxitos, buenos vinos en el futuro, en el presente y también en el pasado. ¡Qué vaya todo fenomenal!

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Entrevistadora: Muchas gracias. ¡Salud!

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Kepa Sagastizábal: Muchas gracias.

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